4 ago 2009

La boda de Murielle

El sábado era el día que se casaban Murielle y Cedric y nos hicieron madrugar para ayudar entre todos a montar y decorar las carpas de su jardín.



El jardín de Murielle.


Montando las carpas.


La casa.


Todo preparado.


El coche de los novios.


Unas florecillas.


El novio antes de la boda.

Cuando todo estuvo montado y listo, hicimos una comida ligera, ya que hasta la noche no volveríamos a probar bocado. Con el estómago lleno, cola para ducha, todos maqueados y listos para seguir a los novios al ayuntamiento.



Los guardaespaldas.


Los novios.


En el jardín.


Posando.


Preparados.


Carmen.


Fito y Ada.


El parking.


Siganme los buenos.


España cañí.

La primera parada fue en el ayuntamiento para la boda civil, en la que el alcalde de Vire los casó.



La novia y su padre entrando en el ayuntamiento.

Segunda parada, la iglesia para la boda religiosa. Una misa bastante entretenida con muchas canciones, coros, sin sermones y a la salida los compañeros bomberos de Cedric haciéndoles el pasillo.



Llegando a la iglesia.


Es que donde hay clase.......


Ceremonia religiosa.


Bomberos haciendo el pasillo.


La novia.

Vuelta al jardín de casa donde unos 400 invitados estuvimos atizándonos champán con unos pequeños pastelitos dulces que quitaban el sentido (y más con el hambre que manejábamos). Al final lanzamos todos globos con mensajes para que contestara el que los recogiera.



No le deis más champán a Alonso.


La hermana de Murielle y el novio amenizando.


Preparando los globos.


Los globos volando.


Foto con Murielle.

Tras la copa (o he de decir copaaaaaas), nos quedamos un grupo más reducido de invitados, a los que nos llevaron a cenar una exquisita pero lenta comida. Más vino, más champán, calvados, comida, juegos, música y demás.



Toooooma beso.


Maca.


Carmen.


Alonso.


Ada.


Fito.


Bibi.


Jose.


Moi.


Encerrona a Ada y a mi.

Disfrutamos muchísimo de la boda y como no, dejamos claro quienes eran los españoles, y el poco miedo que le tenemos al ridículo cuando no nos conoce ni el tato.

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