Mientras los amiguitos veían la exposición de Hopper, que nosotros vimos unas semanas antes, nos fuimos de paseo al jardín botánico. Hacía un tiempo estupendo y estuvimos disfrutando de un paseo rodeados de todo tipo de plantas. Una pena no visitarlo más a menudo y a precios más asequibles.
Nuestro avión de vuelta a Madrid salía de Nápoles cerca de las 9 de la noche, y teníamos que dejar el coche a las 6 de la tarde en el sitio de alquiler junto al aeropuerto. Salimos temprano de Giurdigniano para pasar el día y comer por Nápoles. La ciudad me produjo sentimientos encontrados: por un lado tenía mucho atractivo y por el otro estaba descuidada y sucia. Lo pasamos bien, a pesar de la lluvia, comimos la típica pizza napolitana en Di Matteo, y antes de la medianoche aterrizábamos en Madrid. Se había acabado el periplo italiano, pero habíamos disfrutado cantidad con los amigos.
Durante las vacaciones (en el vuelo de ida, y en ratos de lectura junto a la piscina), me terminé Ritos Iguales, de Terry Pratchett, de la saga mundodisco. En esta ocasión un mago moribundo, va a traspasarle su cayado y su poder a un octavo hijo de un octavo hijo, pero sin saber que el retoño es una niña. ¿Qué pasará ahora que una niña tiene el poder de un mago? Así empieza esta historia protagonizada por Yaya Ceravieja, una de las brujas habituales, que toma como aprendiz de bruja a la niña-mago. Como siempre una lectura amena y divertida.
Una mañana la pasamos en Gallipoli, un pequeño pueblo pesquero, que me recordaba mucho a Cádiz o incluso Saint Malo, con una islita rodeada completamente por el mar, unida por un puente al resto del pueblo. Estuvimos paseando y disfrutando de las vistas, para terminar comiendo en un restaurante en el centro, y tomando un helado en una heladería espectacular cerca del puerto. De allí nos fuimos a darnos un baño en una playa paradisiaca, a la que accedimos después de andar más de un kilómetro por un carril de acceso. Espectacular.
Una mañana la pasamos en Gallipoli, un pequeño pueblo pesquero, que me recordaba mucho a Cádiz o incluso Saint Malo, con una islita rodeada completamente por el mar, unida por un puente al resto del pueblo. Estuvimos paseando y disfrutando de las vistas, para terminar comiendo en un restaurante en el centro, y tomando un helado en una heladería espectacular cerca del puerto. De allí nos fuimos a darnos un baño en una playa paradisiaca, a la que accedimos después de andar más de un kilómetro por un carril de acceso. Espectacular.
Algunos días para no cansarnos mucho y soportar mejor el calor, pasábamos la mañana en casa, en la piscina, y tras comer y una siestecita salíamos de aventura. Uno de esos días fuimos a Galatina, un pequeño pueblo bastante bonito, para después continuar con un paseo nocturno a Lecce. La ciudad de Lecce es impresionante y tiene un centro histórico super bonito. Estuvimos recorriéndolo bastante rato, y acabamos cenando pizza. Después otro paseo por el centro y un helado antes de volver. Lecce merece otra visita.
Otranto era el pueblo más grande que había en las cercanías de Giurdigniano (al que este pertenecía como pedanía). El pueblo, con un puerto impresionante, tenía un centro histórico precioso, incluyendo un castillo hecho por el rey de España. Llegamos a Otranto a última hora de la tarde, y estuvimos paseando por el, disfrutando de la puesta de sol desde sus murallas y tomando algo en un bar frente al puerto. Un pueblo muy bonito.
