Llegamos a Pompeya sobre las 12 de la mañana con unos buenos 40-42 grados y subiendo. Tras intentar ser timados para que alquiláramos un guía o unas extrañas audioguías que bajaban de precio en cada mención, entramos a ver la ciudad. Es enorme. Para poder verla en toda su extensión, se necesitan al menos un par de días, habiento tour bastante completos en unas 7 horas, y otros más express en 4 ó 2 horas (que fue el que hicimos nosotros). La ciudad es espectacular y se agradecían las sombras, la brisa que soplaba de vez en cuando y sobre todo las fuentes de agua potable que ibas encontrando en el recorrido. Nos encantó la ciudad y nos dejó muy buen sabor de boca. Continuámos nuestro viaje a Lecce, parando a comer en un restaurante de carretera, donde comimos unas pasta exquisita, hecha a mano. Fue el primer gran plato de pasta. En Lecce, en el hotel que teníamos reservado para la primera noche, nos esperaban Moi, Maca y Alicia con unos exquisitos pasticiottos (dulce típico de la zona, que no olvidaremos). Por la noche nos acercamos a conocer Corigliano y a cenar con el resto de desplazados españoles.
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